Siervo y socio

Siervo y socio

El primer trabajo conjunto entre Dios y el ser humano sucedió luego del inicio de la Creación: “El Señor Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre” (Génesis 2:19). A partir de ahí, nunca más el Señor realizó alguna cosa en la tierra sin la participación de Su criatura.
Se puede notar en todos los milagros bíblicos la participación conjunta de Dios con el ser humano. Veamos: Noé construyó el arca, Dios envió el diluvio; Abraham obedeció Su Palabra y Él lo bendijo todos los días de su vida; Jacob trabajó duro y el Señor lo prosperó y lo hizo más rico que su patrón.
José no negó su fe ni su fidelidad a Dios, y el Señor lo elevó de esclavo a gobernador; Moisés extendió su cayado y Dios abrió el Mar Rojo; Josué rodeó las murallas de Jericó 13 veces y el Señor las derribó y, cuando ordenó que el Sol y la Luna se detuvieran, el Señor honró su fe. David enfrentó a Goliat y el Señor le dio la victoria; Daniel mantuvo su fidelidad a Dios y el Señor lo libró de los leones. El ciego clamó y el Señor Jesús lo oyó; Pedro usó el nombre de Jesús y el cojo quedó curado...
Es muy importante para el cristiano tener conciencia de que es un socio de Dios aquí en la tierra. El apóstol Pablo, por el Espíritu Santo, afirma: “Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios” (1 Corintios 3:9).
No se trata de ser apenas un siervo, sino un siervo-socio. En términos prácticos, eso significa que cualquier acción de Dios en la tierra tiene que tener la cooperación humana.
La falta de ese discernimiento, por parte de la mayoría cristiana, lo ha hecho miserable en este mundo, aún creyendo en el Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, pues el cristiano ha esperado que Dios cambie su vida “con un pase mágico”, y eso jamás va a suceder. Él nos da condiciones de hacer nuestra parte y espera que nosotros la realicemos; sin embargo, ¡jamás Dios hará nuestra parte!
El cristiano tiene que saber vivir por la fe y actuar con la certeza de Dios en el corazón. Dios capacitó a Josué para entrar en la Tierra Prometida, desalojar a los moradores intrusos y habitar en ella.
¡No fue Dios quien venció a los cananeos, sino Josué! Quiere decir que la sociedad entre Dios y Josué hizo que los hijos de Israel tomaran posesión de aquella tierra. La mayoría de los cristianos se equivoca en relación a los milagros divinos; por eso tiene una vida amarrada, esperando la “magia divina”.
El hecho de ser fiel a la iglesia y mantener una vida de acuerdo a la fe cristiana no es suficiente para que se tome posesión de los beneficios de la fe. Es preciso tomar actitudes, actuar la fe, practicar la certeza que se tiene en el corazón, de lo contrario, nada sucederá.
El Señor Jesús es el Autor y Consumador de la fe; es Él, a través de Su Espíritu, quien nos da la fe; pero la acción y la actitud tiene que partir de nosotros. Básicamente, esa es la sociedad entre el Señor y el siervo. Dios nos da la certeza y espera que la usemos; en caso contrario, Él no podrá hacer nada. Por ejemplo: Dios nos da la certeza de Su perdón si confesamos nuestros pecados. Todo lo que tenemos que hacer es confesarlos.
Pero si continuamos esperando Su perdón sin nuestra confesión, no alcanzaremos el perdón. De la misma forma sucede con la cura divina: Él nos da la certeza de tenerla providenciado en la cruz del Calvario; pero si no la asumimos con actitudes, o sea, actuando como si aquella enfermedad no existiese más, nada se logrará.
La persona recibe la fe de Dios, pero tiene que colocarla en acción; de lo contrario, nada sucederá. Cuando el Espíritu afirma que somos colaboradores de Dios quiere decir que somos sus socios, tanto en las conquistas personales como en la administración de este mundo. Para eso, Él nos dio el dominio sobre toda la tierra (Génesis 1:26). Este es un hecho irrefutable. Pero, si no usamos la autoridad conferida por Él, ése es otro problema.
No vale de nada quedarse esperando que Dios haga lo que nosotros tenemos la obligación de hacer. En toda la Biblia vemos la necesidad de la sociedad del hombre en la realización de Sus milagros. Se trata de una condición determinada por el Señor desde la Creación. El pueblo de Dios tiene que tomar conciencia de eso, a fin de no quedar afuera, esperando que las promesas divinas caigan del cielo.
Obispo Edir Macedo

0 comentarios :

Mucho mas que un Blog. Somos: Ayuda Universal.
Una Mano amiga para Usted que esta Precisando un Auxilio de Dios

Seguidores