Decidir para vencer

Decidir para vencer

El ser humano a veces permite que el miedo tome las riendas de su vida, y viviendo así acaba tomando decisiones precipitadas y echa todo a perder.
Porque cada vez que Israel sembraba, los madianitas y los amalecitas, como así también los pueblos del Oriente subían contra él. Y contra él acampaban, destruyendo todos los productos de la tierra hasta llegar a Gaza y no dejaban en Israel sustento alguno, ni ovejas, ni bueyes, ni caballos.
Pues subían con sus ganados y tiendas y venían como langostas, en tanta cantidad que no se podían contar ni a ellos ni a sus camellos, y entraban en la tierra para destruirla (Jueces 6:3-5). Esa situación caótica vivida por el pueblo de Israel hizo que Gedeón creyera lo peor y, como forma preventiva, partió para la fe defensiva. Eso siempre sucede cuando la fe se deteriora mediante la presencia del pecado.
Amigo lector, la Biblia nos enseña que el clamor mueve la mano de Dios, independientemente de los pecados cometidos. El clamor significa aproximación al Trono de Dios. Ante el clamor de Israel, el Señor entonces levantó a un libertador llamado Gedeón.
La situación social de Gedeón en aquellos días era diferente de la situación de la mayoría de las personas que viven al margen de la sociedad. Su familia era la más pobre en Manasés, y él, el menor en la casa de su padre: “Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre” (Jueces 6:15). No fue una exageración la confesión de Gedeón delante de Dios, y tal declaración retrata claramente la situación social vivida por él, así como por la mayoría del pueblo de Israel.
Al considerar que “su familia era la más pobre en Manasés” y él era “el menor en la casa de su padre”, Gedeón mostró el complejo de inferioridad latente dentro de sí. Mientras Gedeón no tomó una actitud de fe y de coraje, aquella situación no cambió.
Sin embargo, a partir del momento en que se indigna contra aquella opresión y mueve su fe en enfrentar el miedo que yacía dentro de sí, la mano de Dios pesó sobre sus enemigos: “Por la mañana, cuando los de la ciudad se levantaron, he aquí que el altar de Baal estaba derribado, y cortada la imagen de Asera que estaba junto a él, y el segundo toro había sido ofrecido en holocausto sobre el altar edificado” (Jueces 6:28).
Es así, amigo lector, la actitud de Gedeón en ofrecer el segundo toro a Dios hizo resurgir un coraje grandioso que lo llevó a la victoria, primeramente sobre el miedo. Como consecuencia de eso, hizo transformar la situación deplorable y vergonzosa del pueblo de Israel que vivía perseguido, huyendo de sus enemigos y viviendo dentro de cuevas, como animales salvajes- en una nación victoriosa que, con apenas trescientos hombres, venció un ejército numeroso. Que Dios bendiga a todos abundantemente.
Obispo Edir Macedo

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