La Grandeza de Dios - Bispo Agnaldo Silva


La Grandeza de Dios


Cuando usted comprenda las grandezas de Dios, nunca más será el mismo hombre o la misma mujer.
Mientras no cambie su visión, no cambiará su condición. Muchos en la vida a causa de las tradiciones han visto a Jesús con cara de lastima, en un cuadro pintado, en una estatua de yeso, donde lo presentan impotente, este no es el Jesús en el que debemos creer, tenemos que creerlo vivo, Él es el Todopoderoso. Cuando una persona cambia su visión y pasa a ver a Dios grande como Él es, entonces cambia su condición en todos los aspectos de su vida. Hay personas que hablan en diminutivo, “hágame una oracioncita” “yo quiero que diosito me ayude”, la oración se debe hacer con poder, con certeza y no lo llamamos diosito porque Él es el Todopoderoso.
Muchos son los cristianos que tienen una visión limitada en lo que se refiere a las promesas de Dios, por esa razón viven en una situación mediocre y acaban inclusive avergonzando el nombre de Jesús. Cuando no se tiene la visión del Espíritu, la persona piensa en resolver apenas un determinado problema y con eso ya se siente satisfecha. Hay personas que vienen a la iglesia con el objetivo de solucionar un solo problema, pero esto sucede porque la persona no tiene la visión del Espíritu Santo, ella piensa que Dios no puede llegar más allá. Sin embargo, cuando se tiene la visión del Espíritu, se piensa en transformar completamente su condición en todas las áreas de su vida.
Abraham tenía una visión limitada mientras estuvo dentro de la tienda deseando solamente un hijo, pero cuando Dios lo mandó que saliera de su tienda y mirase las estrellas del cielo, su visión se abrió, en otras palabras, pasó a tener la visión del Espíritu. Con su visión limitada él deseaba un hijo, pero luego con la visión del Espíritu, sería padre de una gran nación.
¿Y cuál sería la garantía? ¿Qué obligaría a Dios para que cumpliera esa promesa? El sacrificio.
Entonces Abram le preguntó: “Oh Señor Dios, ¿Cómo puedo saber que la poseeré?” El Señor le respondió: “Tráeme una novilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón… Abram le trajo todos éstos. (Génesis 15:8-9)
Presentar aquellos sacrificios significaba la vida del propio Abraham puesta en el altar. Y habiendo atendido lo que Dios le exigió, Abraham tuvo su condición totalmente transformada.
Primer punto: Amplíe su visión comprendiendo quién es Dios y lo grande que Él es.
Tenga coraje de sacrificar para Él y entréguese a Él de cuerpo, alma y espíritu.
Solo así experimentará la grandeza de Dios en su vida.
Obispo Agnaldo Silva
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