La ira - Algo para Pensar antes de Actuar

Lucas marcó encontrarse con unos amigos en un restaurante. Al llegar allí, ordenó una hamburguesa, papas fritas y refresco. Sus amigos también ordenaron lo mismo. Cuando el camarero trajo el almuerzo, derramó el vaso completo en la camisa blanca de Lucas. Enfurecido, maldijo al camarero, le llamó incompetente, tumbó las sillas, la mesa y le mandó que limpiara todo. El camarero, avergonzado, sólo hacía pedir disculpas por lo sucedido. La novia de Lucas nunca lo había visto de esa manera, trastornado, irreconocible.

Es común que nos indignemos por alguna situación imprevista. Cuando los problemas llegan sin previo aviso, a veces es difícil contener el impulso. Pero cuando Pablo escribió a los Efesios, dijo: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo.” (Efesios 4:26-27)

Sin embargo, todos los días hay razones para una irritación mínima o hasta niveles insoportables. Por ejemplo, ¿qué haría usted si después de enfrentar una cola interminable en las cajas del supermercado, el empleado se dirige a usted y le dice que se cayó el sistema, o en el tráfico, cuando otro conductor le cierra el paso? ¿Y cómo reaccionaría si estuviera en el lugar de Lucas?

Ya sea en tránsito, en el transporte público, con sus hijos, esposo, esposa, compañeros de trabajo o vecinos, siempre hay una razón para surgir la indignación. Pero el apóstol Pablo nos enseñó a todos a no entristecer al Espíritu Santo y para que lancemos para bien lejos toda la amargura, la ira, gritos e insultos. (Lea Efesios 4:29-31)

Por lo tanto, delante de una mala situación, busca al máximo asumir una postura irreprehensible, guardando el corazón de resentimientos y la mente de los pensamientos destructivos. El problema no fue la ira de Lucas, pero la manera cómo él reaccionó en aquél momento de rabia y indignación.

” El hombre iracundo levanta contiendas, y el furioso muchas veces peca. ” (Proverbios 29:22)