La Humildad y la Fe, Agradan ah Dios

Hoy hablaremos de la mujer cananea, que salió de su casa desesperada y fue a donde se encontraba el Señor Jesús. Después de mucho caminar, se reunió con él y exclamó: “Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: “!Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio” (Mateo 15:22)

Al parecer, Jesús no le dio ninguna atención. Ella lloraba y pedía, hasta que los discípulos vieron su actitud y le dijeron a Jesús: “…Despídela, pues da voces tras nosotros” (Mateo 15:23) y Jesús entonces respondió: “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mateo 15:24) Pero la mujer insistió, a pesar de haber escuchado lo que Jesús dijo. “Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: !Señor, socórreme!” (Mateo 15:25)

Vea una demostración de fe, temor, reverencia. Esta es la manifestación que obliga a Dios a dar respuesta a nuestro clamor. Hay personas que no tienen la menor consideración, creen que el Señor Jesús es su empleado. Ellos vienen a la iglesia, a sentarse y hacer sus pedidos: “Yo quiero esto y lo otro”, como si Jesús estuviera obligado a atenderlos. Por eso aquella mujer fue y lo adoró, diciendo: “Señor, socórreme.” Oración sincera de una mujer desesperada, que conocía de cerca lo que era el sufrimiento y buscó la ayuda de Jesús a través de una breve oración.

Jesús, una vez más, la pone a prueba diciendo: “No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos.

Y ella dijo: “Sí, Señor…” (Mateo 15,26-27) dándole la razón Él no le obligó a nada. La mujer había oído hablar muchas veces que Jesús sanaba y liberaba, y en aquel momento cuando ella más lo necesitaba, Él no le dio la debida atención. Sin embargo, aun así, ella estuvo de acuerdo con él. La humildad de su espíritu era tan grande que ella dijo, “Sí, Señor”, al mismo tiempo que expresaba su fe.

Hay gente que demuestran humildad y dejan a un lado la fe, y hay otros que expresan su fe y dejan de un lado la humildad, sin saber cómo hacer para que los dos estén juntos. La humildad de corazón hace crecer la fe, y eso, hace que conquistemos las bendiciones de Dios. “Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos” (Mateo 15:27)

Este es el espíritu con el que debemos entrar en la presencia de Dios. Con humildad y con la fe. Eso es precisamente lo que nos hace ganar la grandeza de Dios. Qué bien sería si todos los cristianos fueran así, o si todos los que se llaman cristianos fueran así.

Entonces Jesús le respondió: “Oh mujer, grande es tu fe” (Mateo 15:28) En otro pasaje Jesús dijo: “Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija” (Marcos 7:29) La palabra usada por la mujer hizo que su hija fuese liberada. Cuando vaya a la iglesia, es importante expresar esa fe y esa humildad en la búsqueda de la ayuda de Dios. Uno no debe ir a la iglesia con un espíritu de arrogante, engreído, pues si necesitamos a Dios, debemos ser humildes y al mismo tiempo expresar nuestra fe. De lo contrario, ¿cómo Dios puede hacer algo por nosotros?

Dios los bendiga en abundancia,
Obispo Edir Macedo

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