Eres de Jesús, ¡No lo dudes!

Eres de Jesús, ¡No lo dudes!



Son muchas veces las que pedimos a Dios hacer su voluntad, pedimos misericordia por la forma en que nos hemos comportado, y en ocasiones (muchas) volvemos a caer en el mismo error. Nos sentimos mal, queremos hasta quitar nuestra mirada de Jesús porque no nos sentimos dignos de verlo, pues sabemos que nuestras malas obras nos apartan de él. Dios con estas cosas jamás se aleja, somos nosotros quienes nos alejamos, colocamos paredes entre Dios y nosotros, barreras que impiden mostrar nuestra sinceridad ante él.

Fíjate de esto. Jesús, en el momento más terrible de su vida, justamente cuando debía ser entregado en manos de los transgresores, ofreció una oración a Dios en favor de “los suyos”


“Ahora han conocido (los discípulos) que todas las cosas que me has dado, proceden de ti; porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos.
Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros”. (Juan 17:7-11)

Jesús entendía que éramos hombres y nada más, que aunque quisiéramos pensar y actuar, seguíamos siendo simples hombres, pero nos separó del mundo, diciendo que vivimos en él pero no formamos parte de él, ya que somos “Suyos”.

Intenta por un momento verte de esta manera. Formas parte de un mundo que se está muriendo por los problemas, enfermedades, odio, etc., pero realmente no eres parte de él sino de Jesús. Vives en un lugar con el cual no te mezclas…

Ser suyo es más que decirlo, es creerlo y practicarlo. Todos algunas vez lo hemos negado, maltratado o entristecido, aún así Él está dispuesto a amarnos, perdonarnos y recibirnos.

“Estaba, pues, Pedro en pie, calentándose. Y le dijeron: ¿No eres tú uno de sus discípulos? Él negó, y dijo: No lo soy. Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: ¿No te vi yo en el huerto con él? Negó Pedro otra vez; y en seguida cantó el gallo”. (Juan 18:25-27)

¿Sabes qué es fuerte?, a pesar de que los discípulos de Jesús mil veces prometieron fidelidad, le fallaron y Jesús jamás los apartó de su presencia sino del mundo. Es lo mismo que él hace hoy contigo y conmigo, nos separa del mundo, se mantiene vigilante con nosotros para que no perezcamos, pero en ningún momento nos aparta de su presencia.

Sabemos que fallarle a Dios, nos perjudica, porque hace que nos desviemos del camino al bien para entrar a una senda de problemas y destrucción. Sin embargo, cada vez que respiras o que tu corazón palpita es una oportunidad que Dios te da para reconciliarte con Él. Su amor es tan profundo que esperará cuanto sea necesario para hacerte entrar en su infinito perdón.

No dejes que sea tarde. Dios espera por ti…

¡Dios los bendiga!

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