¡ La montaña y el grano de arena !


Había una vez una montaña imponente a la orilla del mar. Su cima alcanzaba las nubes del cielo. Ella se enorgullecía de su grandeza, teniendo el mar a sus pies, el respeto y la admiración.

Junto a la montaña había una playa y en ella un grano de arena. Era tan común y pequeño como cualquier otro de los incontables granos que formaban aquella franja blanca entre el mar y la tierra.

«Señora montaña, ¿me podría decir lo que ve de lo alto de su grandeza? Cuénteme por favor, como son los reinos de los hombres, los campos, los ríos y los valles. Sé que tiene la visión del mundo y nada se esconde a sus ojos».

De lo alto de su arrogancia, la montaña miró con desprecio y respondió:

«¿Quien eres tú, insignificante grano de arena, para hacerme preguntas y quieres saber lo que ven mis ojos? ¿No percibes la distancia que hay entre nosotros.Y que jamás perdería mi tiempo conversando con alguien tan pequeño y despreciable? Si tienes la pretensión de conocer el mundo, entonces vas a tener que ser llevado en los pies de alguien para que te dejen por ahí, tirado en cualquier lugar, según sea tu destino anónimo e inútil».

Comprendiendo su pequeñez el grano de arena se calló. La montaña elevaba sus ojos altivos hacia el horizonte, como si nada hubiera sucedido. Al caer la noche, el pobre grano de arena contemplaba el infinito de los cielos y la inmensidad de estrellas. Brillando a lo lejos, parecían también pequeños granos de arena flotando en el espacio.

Por la mañana, el mismo sol que iluminaba la montaña también hacía brillar la arena de la playa. Una brisa suave, soplando la tierra, levantó aquel grano de arena y lo lanzó en el mar. Mientras se hundía lentamente, penetrando en la profundidad del océano, pensaba triste en el sueño que tenía. Ahora todo parecía perdido. Jamás tendría una nueva oportunidad para contemplar la belleza del mundo, ni la majestuosa montaña que tanto lo despreciaba. Pero al vagar por las aguas, el grano de arena vino a caer en la membrana blanda de una ostra abierta que, al sentirlo se cerró de golpe.

«¿Quién es?» preguntó el molusco. «Soy un pequeño grano de arena que el viento lanzó al mar» respondió.

Y los dos comenzaron a conversar. Cuando la ostra escuchó la historia del grano de arena y del sueño que tenía, se puso tan triste que comenzó a llorar. Sus lágrimas lo envolvieron y se fue haciendo cada vez mas grande, hasta quedar convertido en una linda perla.

Un día unos buzos hallaron aquella ostra en el fondo del mar. La abrieron y descubrieron la hermosa perla. Era la más bella de todas las que habían visto. Vendida por un alto precio, acabó transformada en el valioso anillo de una reina. Así el grano de arena viajó por todos los rincones de la tierra.

Dice la Palabra de Dios que el Señor Jesús exalta a los humildes y humilla al soberbio. Por eso muchas veces somos llevados al desierto, pues bajo el intenso calor del día y el frío de la noche, la más sólida montaña termina por transformarse en pequeñitos granos de arena.

En cierta forma, el grano de arena, en su pequeñez, es más fuerte que la montaña. Ésta, bajo el efecto de la erosión, se deshace cada día, mientras que el grano de arena, por su propio tamaño, es prácticamente indivisible.

0 comentarios :

Mucho mas que un Blog. Somos: Ayuda Universal.
Una Mano amiga para Usted que esta Precisando un Auxilio de Dios

Seguidores