¿Y Qué?

Sólo hay dos tipos de personas: los que creen y los que no creen en Dios. Incluso, dentro del universo de los creyentes, ni todos creen de hecho. Esa es la razón por la cual el número de incrédulos siempre crece.
Creer en Dios es creer en Su Palabra. Creer en la Palabra es creer en Su Autor. Esa creencia incluye la entrega incondicional de la propia vida. Y en respuesta a eso vienen las revelaciones Divinas.
¿Quién ha creído en la Santa Biblia? Obviamente, ni todos. ¿Y qué? ¿Por eso pierde su poder? ¿Es posible que la opinión de mortales, como los escépticos o incrédulos neutralicen la Palabra Eterna? La Palabra es la misma ayer, hoy y será para siempre. Ella no depende de la aceptación o contradicciones especuladas por la ciencia de los supuestos sabios que pasaron o pasarán por este mundo.
Mientras tanto, a los afortunados que han creído, les es revelado el poder del Todopoderoso. Hay respuestas, vida, liberación, transformación y salvación aquí, ahora y por toda la eternidad.
Lo que dicen, piensan o incluso blasfeman no importa. Y sí en lo que hemos creído. Eso es lo que, de hecho, importa.
Dios bendiga a todos abundantemente.

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