Decidir Perdonar

Decidir Perdonar

Una buena parte del poder interior tiene que ver con el perdón, tanto darlo como pedirlo. No es fácil de hacer, pero los adultos que desean que sus relaciones florezcan deben volverse expertos en este asunto.

Los conflictos en una relación sólo se resuelven cuándo ambos deciden asumir cada uno su responsabilidad, disculparse y pedirse mutuamente perdón. No decir: “Todo es culpa tuya”. Debemos admitir que hemos sido heridos, hacernos cargo de nuestras reacciones y reconocer que hemos procedido mal. Al actuar de esta manera, seguimos las instrucciones divinas que se nos entregaron hace miles de años.

“Si tu hermano...se arrepiente, perdónalo”, dijo el Señor Jesús a sus discípulos. “Aun si peca contra ti siete veces en un día, y siete veces regresa a decirte: "Me arrepiento", perdónalo.”

Tal como haríamos nosotros, los discípulos se preguntaron: ¿Quién puede obedecer un mandamiento tan difícil? Por eso le rogaron a su líder: “¡Aumenta nuestra fe!” Jesús les respondió: “Si ustedes tuvieran una fe tan pequeña como un grano de mostaza, podrían decirle a este árbol: "Desarráigate y plántate en el mar", y les obedecería”. En otras palabras; “Sé muy bien que sin la ayuda de Dios no es posible perdonar a quienes nos lastiman. Pero ¿quieren saber algo? No necesitan más fe, solo necesitan ejercitar la fe que ya tienen. Dios ya les ha dado lo que necesitan, ustedes ya tienen la llave especial que abre las puertas de la bóveda. Ahora, úsenla. Asuman la responsabilidad y tomen la difícil decisión de perdonar” (Lucas 17:3-6).

La verdad es que los mejores amigos pueden herirse el uno al otro con palabras hirientes y mezquinas. Aun en los mejores matrimonios, los cónyuges terminan mojando la almohada con sus lagrimas algunos días. En un mundo quebrantado como en el que vivimos, en el que terminamos hiriéndonos profundamente a veces sin intención, otras veces a propósito, el perdón debe ser una prioridad para nosotros. Debemos elegir la práctica del poder interior y hacer lo que esté a nuestro alcance para corregir las relaciones dañadas.

No esperemos a que la otra persona haga el primer movimiento o dé el primer paso. Ser adulto significa actuar como adulto, hacernos cargo de nuestras emociones destempladas y tomar la difícil decisión de pedir perdón, así como de perdonar a quienes nos agravian.

“Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. (Mateo 6:12)

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