Palabras que destruyen

Entre los comportamientos que más han destruido a los hogares están las exigencias, ya sean las del marido, como las de la mujer. Un espíritu maligno ha cuchicheado en los oídos del matrimonio para que constantemente el marido y la mujer se hagan reproches mutuamente.
El marido llega mal a la casa y la mujer ya comienza a reprochar: “¿Adónde estabas? ¿Por qué llegaste tan tarde? ¿Por qué no me llamaste? ¿Por qué no hiciste esto o aquello?”
Él, a la vez, no resiste esas preguntas y le termina diciendo lo que no le hubiese querido decir, ni ella querría oír. A partir de entonces comienzan los desentendimientos y las ofensas.
Normalmente la mujer no piensa que el atraso puede haber sido por un accidente, o cualquier otra circunstancia. ¡No! Hay un espíritu instigando siempre a la desconfianza.
Sus malos ojos terminan por destruir la propia vida, porque él tampoco consigue resistir aquellas palabras.
De la misma forma el marido, al llegar a la casa, comienza a reclamar: “El arroz no está como a mí me gusta. La comida está horrible. La ropa no está bien planchada. ¡El saco está arrugado! ¡Mira cómo está mi traje!”.
Y todo comienza de nuevo… Discusiones, reproches, amarguras y lo demás que al diablo le gusta. Y allá va un matrimonio más destruido, muchas veces realizado con tanto cariño, amor y sacrificio y deshecho por cosas insignificantes.
Uno de los grandes secretos para mantener la paz dentro de la casa es mantenerse callado cuando la otra persona está enojada. Es como dice el refrán popular: “Cuando uno no quiere dos no pueden”.
El amor –el verdadero amor- es justamente la consideración y los buenos ojos de uno hacia el otro. Todos nosotros tenemos muchos defectos, pero cuando amamos a alguien, ¡sólo vemos sus virtudes y cualidades! Eso sucede cuando somos verdaderamente de Dios. El Señor Jesús dijo:
“La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que hay en ti es tinieblas, ¿cuántas no serán las mismas tinieblas?”
Mateo 6:22-23

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